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Para los billones de seres que coexistimos en este planeta, la Tierra es nuestro actual y único hogar. Si no lo cuidamos, no habrá más sitio a donde ir...

agosto 28, 2009

La Tierra no nos pertenece.

"La tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra... Lo que le haga a la tierra, se lo hace a sí mismo. "
Jefe Seattle (1854)
La célebre frase anterior quizás ya la habrá oído usted antes. La misma es tan solo un extracto del discurso que pronunció el Jefe Seattle, de la tribu Dwanish (en 1854), en respuesta al presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce.

Dicho discurso fue proclamado en respuesta a una oferta del gobierno para comprarle a los indios sus territorios del noroeste de los Estados Unidos (que hoy forman el estado de Washington), prometiendo crear una "reservación" para el pueblo indígena.

          Hoy por hoy, dicho discurso es para muchos una joya literaria y es considerado como un baluarte de la ecología. Y es que los principios plasmados en él constituyen unas de las declaraciones más representativas acerca de la valoración, cuidado y conservación que, como seres humanos, le debemos a este planeta que habitamos.

          A continuación, citaré el texto completo del discurso, el cual apela a nuestro razón, emociones y sentido de humanidad, siendo digna de leerla con todo detenimiento. Y tiene tanta vigencia en este día, como lo fue hace casi dos siglos.


--- Antes de pasar al texto en cuestión, es tambien importante señalar que dicho discurso fue transcrito y traducido por uno de los presentes en tiempo real (es decir, mientras iba siendo pronunciado). Debido a lo anterior, algunos cuestionan la fidelidad de la transcripción. En efecto, existen aproximadamente 3 versiones del discurso original. ---
          Sea como fuese, todas ellas ponen de manifiesto el amor y cuidado de los pueblos nativos americanos por la tierra que habitan y tienen total vigencia actualmente, para servirnos de ejemplo y despertarnos a crear conciencia de que solo tenemos un solo planeta: Tierra.

(Nota: Aunque el texto del discurso es una unidad, lo presentamos dividido en varios puntos, para efectos de una mejor visualización de las ideas ). El discurso dice así: 

"El gran jefe de Washington nos comunica su deseo de adquirir nuestras tierras. A la vez, nos expresa su amistad y buenos deseos. Lo cual es muy amable de su parte: comprendemos que también él necesita de nuestra amistad. No podemos menos que tomar en consideración su oferta, entendiendo que, si no, bien podría venir con sus armas a quitarnos nuestras tierras. Por eso le decimos: el Gran Jefe de Washington puede contar con nosotros tan sinceramente como nuestros hermanos blancos pueden contar con el regreso de las estaciones..."

"...Pero ¿cómo es posible comprar o vender el cielo, o el calor de la tierra? No podemos imaginárnoslo. Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo podrán comprárnosla...?"


"...Cada trozo de estas tierras es sagrado para mi pueblo; cada brillante aguja de pino, cada ribera arenosa, cada niebla en lo oscuro de bosque y hasta el zumbar de cada insecto son sagrados para la memoria y el sentimiento de mi pueblo..."


          "...La savia que circula por los árboles lleva el recuerdo de los pieles rojas. Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra natal cuando parten rumbo a las estrellas. En cambio, nuestros muertos nunca podrían olvidar esta generosa tierra, que es la madre de todos los pieles rojas. Somos parte de ella y ella es parte de nosotros..."


"...Las flores perfumadas son hermanas nuestras; el venado, el caballo, el águila son hermanos nuestros. Los cerros escarpados, las praderas humedecidas por el rocío, el calor del cuerpo del caballo y del hombre; todos somos una misma familia..."


"...El Gran Jefe nos dice que a cambio de las tierras que le vendamos, nos reserva otras donde podremos vivir en paz; él - agrega - sería nuestro padre y nosotros, sus hijos. Pero el deseo de comprar nuestras tierras, oferta que no podemos dejar de considerar, se nos hace difícil de entender: estas tierras son sagradas para nosotros..."


 "...Las cristalinas agua de ríos y arroyos no son solo agua; son también la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos nuestras tierras, tendrán que recordar que son sagradas y enseñar a sus hijos que lo son, que lo que se reflejen en sus aguas son los hechos y recuerdos de mi gente. Porque las que murmura el agua, son las palabras de mi padres. Porque los ríos, nuestros hermanos, sacian nuestra sed, llevan nuestras canoas, alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestras tierras tendrán que recordar que los ríos son hermanos nuestros ( y de ustedes) y enseñar a sus hijos que lo son, y que hay que tratarlos como a hermanos..."


          "...Sabemos que le hombre blanco no entiende nuestra forma de pensar. Para él, tanto de un trozo de tierra como otro: es un extraño que surge por la noche para arrebatarnos las tierras allí donde le apetece. Trata a su madre, la tierra, y a sus hermanos, el cielo, como cosas que se pueden comprar y vender; como si fueran objetos, ovejas o cuentas de colores. Su voracidad destruirá a la tierra, dejando a sus espaldas el desierto..."


"...No sé, pero nuestra manera de ser y de vivir es distinta a la de ustedes. Hasta la vista de sus ciudades es desagradable a los ojos del piel roja. Tal vez, porque el piel roja es un salvaje y no comprende nada.... No hay un lugar apacible en la ciudad de los blancos, un sitio donde percibir el crecimiento de las hojas o escuchar el zumbido de los insectos. ¿Para qué sirve la vida si no podemos escuchar el canto de los pájaros ni el croar de las ranas? Nada es tan apreciado por el piel roja como el aire, ya que todos compartimos el mismo aliento, respiramos el mismo aire. El hombre blanco parece no ser consciente de eso..."


          "...Pero, si les vendemos nuestras tierras, tendrán que recordar lo inapreciable del aire, que comparte su espíritu con la vida a la que sustenta. El viento, que infundió en nuestros antepasados el soplo vital, recibirá nuestros últimos hálito, el postrer suspiro..."


          "...Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deberán conservarlas como sagradas que son, como un lugar donde incluso el hombre blanco pueda sentir el suave viento aromado por las flores de la pradera..".


          "...Otra condición tendrá que aceptar el hombre blanco si decidimos venderle nuestras tierras: deberá tratar a los animales como hermanos. Yo, un salvaje, no comprende la vida de otra manera. He visto miles de bisontes que, muertos a tiros por los blancos desde un tren en marcha y abandonados, estaban pudriéndose en las praderas. Como soy un salvaje, no alcanzo a comprender por qué un humeante caballo de hierro puede ser más importante que el bisonte, al que nosotros matamos solo para sobrevivir. ¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos desaparecen, también desaparecen los hombres..."


"...Si les vendemos nuestras tierras, tendrán que enseñar a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros antepasados. Que la tierra ha sido regada con la sangre de sus semejantes..."



"...Que la tierra es nuestra madre; que todo cuanto le ocurra a la tierra , le ocurrirá a los hijos de la tierra..."


".... Que cuando los hombres escupen a la tierra, se escupen a sí mismos. La tierra no pertenece al hombre, sino el hombre a la tierra. Todo está unido; como una familia por la sangre. El hombre no tejió la tela de la vida; el es solo un hilo; lo que le haga a la tierra se lo hace a sí mismo; lo que haga con ella, lo hará consigo..."


"...También los blancos pueden llegar a sufrir la suerte que sufren nuestras tribus. Sigan contaminando su lecho y una noche se asfixiarán en su propio desierto. Cuando los bisontes sean exterminados, los caballos salvajes domesticados; saturados por el hombre los más recónditos rincones de los bosques, el follaje y la maleza habrán desaparecido; el águila se habrá ido. La vida dejará su lugar a la supervivencia..."


"...Estas cosas escapan a nuestro entendimiento. Quizás podríamos comprenderlo si supiéramos cuáles son los anhelos del hombre blanco; qué esperanzas trasmite a sus hijos en las largas noches de invierno; qué porvenir bulle en sus pensamientos.... Pero somos salvajes; los sueños del hombre blanco nos están vedados y no nos queda sino, seguir nuestro propio camino..."


"...Consideraremos la oferta del Gran Jefe de Washington. Si llegamos a un acuerdo, será para asegurar nuestra conservación; tal vez, en la reserva que nos ha prometido podamos pasar el poco tiempo que nos queda. Cuando el piel roja desaparezca de estos lares y sus recuerdo solo sea la sombra de una nube sobre la pradera, el espíritu de mi gente seguirá impregnando esta tierra, a la que aman como ama el recién nacido los latidos del corazón de su madre..."


"...Si les vendemos estas tierras, ámenlas, como nosotros; desvélense por ellas, como nosotros; manténganlas, tal como las entreguemos. PRESÉRVENLAS PARA SUS HIJOS. Y ÁMENLAS, COMO DIOS AMA A TODOS NOSOTROS."


Jefe Seattle (1854)

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